Más allá de los marcados provincialismos que persisten, el Nordeste argentino ha logrado construir una identidad como región, a pesar que históricamente no estaba constituida como tal, según repasan historiadoras de la UNNE en un trabajo sobre el aporte de las ciencias sociales en torno a la definición regional.

Las construcciones de regionalidades presentan formas variadas y específicas. Al respecto, un trabajo de las doctoras María Silvia Leoni (UNNE) y María del Mar Solís Carnicer (UNNE-Conicet), analiza los procesos de regionalización en el nordeste argentino en las décadas de 1960 y 1970 y las producciones realizadas por los científicos sociales en este contexto para determinar su contribución en torno a la definición regional.

Según explican, el hoy llamado “NEA” corresponde a un espacio de tardía incorporación al estado nacional – excepto el caso de la provincia de Corrientes –, pues gran parte de su superficie lo hizo en las últimas décadas del siglo XIX bajo el estatus de territorios nacionales, con todas las diferenciaciones y restricciones políticas que ello suponía para sus habitantes.

Recién al promediar el siglo XX, Chaco, Formosa y Misiones adquirieron el rango de provincias. “El Nordeste no ha sido, por lo tanto, un espacio ni histórica ni geográficamente homogéneo. Se advierten procesos diferenciados que tuvieron asiento en cada una de las provincias/regiones que hoy lo componen” sostienen.

La regionalización producida en las décadas de 1960 y 70 fue anunciada como una propuesta de planeamiento social, reforma económica y programa de desarrollo.

Esta creación de la región nordeste obligó a investigadores de las ciencias sociales residentes en la zona e insertos en instituciones creadas en este marco, a reflexionar sobre sus condiciones de existencia.

Desde la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) y organismos locales dependientes del Conicet se plantearon en ese tiempo trabajos que buscaron responder a los interrogantes surgidos a partir de su demarcación, con el propósito de ofrecer una fundamentación científica que avalara a la nueva región.

Sin embargo, más allá de los intentos por encontrar los fundamentos que la sostuvieran y legitimaran su existencia, todos esos trabajos, ya fueran abordados desde la geografía, como desde la historia o la sociología, concluyeron que la región no tenía existencia geográfica, histórica o sociológica. Y admitían que el paisaje, el clima, los procesos históricos, las características demográficas y los rasgos culturales de las provincias que la componen eran diferenciados.

APORTES RELEVANTES

En la UNNE fue muy importante el trabajo realizado desde el Instituto de Geografía de la Facultad de Humanidades y la publicación de la revista Nordeste que reunía los resultados de las investigaciones de los docentes de los diferentes departamentos e institutos de la Facultad.

Por parte del Conicet, fue el Centro de Estudios Regionales (CER, luego CERNEA) la institución que se abocó a los estudios regionales y que reunió a investigadores de distintas disciplinas para ello, por lo que tuvo desde sus inicios un carácter interdisciplinario. El Centro editó la Revista de Estudios Regionales y posteriormente la Colección Estudios Regionales.

En cuanto a las contribuciones desde la Historia, mencionan el aporte pionero de Guido Miranda, un reconocido intelectual chaqueño que realizó el esfuerzo por fundamentar históricamente esta regionalización en una serie de artículos titulados “Perfil del Nordeste”.

Por su parte, Ernesto Maeder (docente de la UNNE y miembro del CERNEA) en el Nº 1 de la Revista de Estudios Regionales editada por el CERNEA, publicó una “Breve historia del Nordeste Argentino” y que luego amplió en el segundo número a “Breve historia del Nordeste Argentino en su relación con Paraguay y Río Grande do Sul”.

Ambos artículos constituyen unas de las primeras formulaciones de la región histórica del Nordeste que, además de las provincias argentinas, según este autor debía incluir necesariamente Paraguay y sur de Brasil, espacio geográfico amplio que fuera escenario de las misiones de guaraníes.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo por brindar una visión de conjunto, en esos trabajos, Maeder señala la dificultad de pensar en términos de una historia regional para el NEA, expresando que más bien “lo que al observador se le impone son procesos sincrónicos, pero independientes; en ocasiones interrumpidos, […] y que sólo alcanzaron una cierta unidad en la medida que los contactos fronterizos lo hicieron posible”.

Desde la Sociología también se abocaron a pensar la región Nordeste, cuestión que fue uno de los temas centrales del Simposio Nacional de Sociología que se realizó en Corrientes en agosto de 1968. La mayoría de los trabajos concluyeron que el Nordeste no constituía una región desde el punto de vista demográfico, histórico, político, antropológico, folklórico ni sociológico y que los únicos elementos que se lograron identificar como comunes a toda la región fueron la ubicación geopolítica, la falta de desarrollo y que sus administraciones se desenvolvían con presupuestos deficitarios o que respondían a una economía “eminentemente primaria”.

Conclusiones. “La región se presentaba como un proyecto antes que un hecho, lo cual ponía en tensión los esfuerzos por fundamentarla con las observaciones de la realidad que los investigadores realizaran desde distintas disciplinas y abordajes” concluyen las doctoras Leoni y Solís Carnicer.

A pesar de lo dicho, entienden que el nombre Nordeste ha sido incorporado entre los habitantes de este espacio y que, más allá de los marcados provincialismos que claramente existen, “se ha construido una identidad nordestina que los identifica, aunque no se reconozcan con este gentilicio”.

Por último, agregan que “la región, que es construida de manera similar a la nación, es un concepto performativo que puede ir constituyéndose con posterioridad a su definición”.

“Será, entonces, tarea de nuevos trabajos estudiar el modo en el que se continuó ese proceso” finalizan.

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