Por: Francisco Mazzaro, Politólogo

Si, la leyenda habla de una espada. Pero creo que es mejor hablar de un tridente para el presidente entrante Alberto Fernández, ya que, si bien tendrá muchos problemas que afrontar en su periodo presidencial, son 3 los fundamentales que lo aquejaran constantemente y podrían llegar a desestabilizar su presidencia. Uno es político partidario interno, otro político partidario externo (oposición) y el último, el económico.

Empezando por el primero, Fernández tendrá un problema latente constante. En un trabajo llamado “La vicepresidencia en América Latina: un mal innecesario” de Ariel S. Mittelman, el autor observa todas las presidencias y vicepresidencias en el continente desde 1978 hasta 2016. Allí encuentra que en el 43% de las veces, cuando un presidente renunció el vice no fue capaz de sucederlo. En el 57% restante, en donde el vice si sucede al presidente, el rol en torno al mismo es poco claro, como por ejemplo el de Temer en Brasil con Dilma Roussef.

El último dato que agrega es llamativo, y es que en 94% de todas las presidencias analizadas, ha habido algún tipo de problema con el vicepresidente que ha teñido la gestión del titular como fue el caso de Roxana Baldetti la vicepresidente de Guatemala que se vio forzada a renunciar por los casos de corrupción que había sobre ella.

Argentina no escapa a esta lógica, “Chacho” Álvarez provocó un daño altísimo al gobierno de la alianza con su renuncia, Cobos fue una figura en torno a la cual se armo la oposición en el primer gobierno de Cristina Kirchner y Boudou fue un blanco mediático muy importante por sus causas de corrupción y tráfico de influencias en el segundo gobierno de Cristina.

Usualmente el presidente tiene la capacidad de disciplinar a su compañero de fórmula, ya que es el titular de la cartera y esto le da amplios recursos. Ahora bien, no queda tan en claro que este sea el caso. Cristina F. de Kirchner es una vicepresidente con un perfil político muy alto, y una personalidad muy carismática que la hace referente de gran parte de la estructura política que hizo posible la elección de Alberto Fernández. Pero, es este último quien estará sentado en el sillón de Rivadavia, esta sociedad será inestable y conflictiva, pero de la supervivencia y la cooperación dependerá el éxito de la gestión.

La oposición quedo bastante bien constituida, con mayoría en diputados, buena representación en senadores, algunas gobernaciones, intendencias varias entre las que se encuentra la de CABA, ésto les posibilita que tengan elementos para cooperar y seguir intentando volver a la Casa Rosada. Ahora bien, a diferencia de lo que muchos creen, no es un bipartidismo lo que tendrá Argentina. Tendrá dos bloques parlamentarios, compuestos por varios partidos en su interior. El bloque Cambiemos que es liderado por Macri, podría enfrentar algún tipo de roce, sería inocente pensar que no estén dispuestos a plantear otra alternativa para conducir Cambiemos. La UCR podrá buscar impulsar a uno de los suyos como presidenciables. En su momento, Macri podía disciplinar al propio bloque por dos motivos, era quien tenia los votos y la mejor imagen a nivel nacional y era el titular del poder ejecutivo. Lo segundo ya lo perdió (con eso sus recursos) y lo primero queda por ver la evolución de la política nacional en estos 4 años venideros.

Por último, pero no menos importante, la economía. El déficit fiscal y la deuda heredada del macrismo es realmente alta. El único bálsamo con el que contará en esta situación es el superávit comercial (hace más de un año que el país exporta más de lo que importa), pero que no es suficiente para revertir la tendencia fiscal negativa. En resumen, el ajuste que no hizo Macri tendrá que hacerlo Fernández. Ajuste que si bien no será directo (achicar gastos) será disfrazado en devaluación, cepo, etcétera. En definitiva, un poco más de lo mismo.

Lo que llama la atención es que, a sabiendas del faltante de recursos, Fernández manifestó la posibilidad de salir de la recesión vía una emisión monetaria, es decir, aumentar el gasto del Estado. En principio no está claro como planea financiar este gasto, y además podría aumentar la inflación no solo por el crecimiento de la demanda sino también por la devaluación del peso.

Ahora, si bien el presidente Fernández se sentará bajo este tridente, tendrá dos elementos claves a su favor, uno intangible y el otro muy material. Lo primero es su experticia política: fue jefe de Gabinete de Néstor Kirchner y una persona de inmensa trayectoria política. El segundo elemento, es él quien ocupa la presidencia. A veces los argentinos hablamos de las representaciones o bancas en diputados y senadores como si viviéramos en un país parlamentarista. Pero no es así. Algunos nos encuadran dentro de los presidencialismos otros dentro de los hiper presidencialismos. La idea se entiende. Quien se sienta en el sillón de Rivadavia tiene amplios recursos para dividir a la oposición, comprar nuevas lealtades, financiar campañas de candidatos afines, influenciar en la justicia, y la lista puede seguir.

Dividir la oposición, consolidarse como jefe del PJ son tareas perfectamente posibles para un presidente. Así lo dejaron claro Menem, y N. Kirchner, quienes asumieron en contextos similares. Ahora bien, la economía depende de un conjunto de factores que, si bien desde el Estado se puede influir un poco más o un poco menos, escapa al control de éste. En suma, como bien decía Maquiavelo, necesitará astucia afortunada. Algo de virtud y de méritos propios, y algo de suerte.

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