Silvia Ferreyra, referente de MuMaLa Nacional, contó cómo vienen trabajando en torno a la problemática del agua que es contaminada por el accionar ilegal de las minerías a cielo abierto que trabajan con cianuro, ácido sulfúrico, arsénico, entre otras sustancias que la contaminan.
“Hace casi 9 años atrás, en enero de 2011, laburando a contrarreloj diseñe un logo para la campaña “El Agua Vale Más que el Oro”, lanzada en el festival Cosquín Rock con una juntada de firmas para prohibir la megaminería en todo el país. Iniciativa que impulsamos, junto a múltiples espacios políticos y sociales, desde Libres del Sur. La imagen recorrió los más recónditos lugares y se convirtió en un ícono en la defensa del agua”, dijo.
“El logo recogía la potente frase repetida en puebladas encabezadas por buena cantidad de mujeres a lo largo de la cordillera: desde el primer NO A LA MINA en Esquel (Chubut) a principios del 2003, hasta Famatina (La Rioja), Andalgalá y Tinogasta (Catamarca), pasando por Jáchal (San Juan), entre otras. Tomaba como emblema la gota de agua usada por habitantes del Valle del Huasco, Chile, al enfrentar a la Barrick Gold y su proyecto minero binacional Pascua Lama. Que mucho tuvo que ver con nuestra Ley de Glaciares, vetada por CFK a pocos días de aprobada, que tanto nos costó recuperar”, indicó.
“Los gobiernos pasan pero la “comunidad minera” queda: empresas, funcionarios, aportistas, consultoras, jueces amigues, gremialistas, formadores de opinión, etc… trascienden las fronteras políticas, geográficas y temporales en las usinas del poder”, señaló.
“El régimen de la actividad minera de nuestro país es una de las grandes vergüenzas heredadas del menemismo, mantenido prácticamente intacto a la fecha: estabilidad fiscal por 30 años, devolución del IVA en gastos de exploración, tope del 3% de regalías, reciente tope del 8% en retenciones, tasas municipales irrisorias, al igual que las tarifas de energía, gas, combustible y agua. Se llevan nuestras riquezas a pura declaración jurada, sin más controles que su firma”, destacó.
“La onza de oro ronda en el mercado internacional cerca de los 1.500 dólares, unos $94 mil y pico; según Barrick, la mina Veladero (San Juan) produjo en el 2018 unas 556 mil onzas de oro, saquen la cuenta del negocio. Aunque no es sólo el robo de nuestras riquezas”, informó.
“En este año una piba sueca de trenzas sacudió la opinión pública mundial exigiendo a los gobiernos la necesidad de actuar ante la inminencia del cambio climático. Su ejemplo movilizó a jóvenes y no tan jóvenes de todo el planeta; aquí en Argentina ese reclamo logró la sanción de la Ley de Adaptación y Mitigación al Cambio Climático. La desertificación es una de las consecuencias que deberán enfrentar las autoridades”, precisó.
“La mayoría de los yacimientos metalíferos se ubican en zonas de la cordillera donde el agua es escasa, en ese marco es difícil pensar la sustentabilidad de la actividad: la enorme cantidad de agua requerida por la megaminería dificulta seriamente su convivencia con la producción agrícola, propia de estas regiones. El Departamento de Irrigación de Mendoza ya califica como “nueva normalidad” la situación de emergencia hídrica provincial”, contó.
“También es difícil hablar de sustentabilidad analizando los casos de La Alumbrera, Catamarca, la primera megaminera más grande del país, con sentencia firme de la Corte Suprema de Tucumán en uno de los juicios por contaminación, y la mina Veladero, en San Juan, también con causas por los sucesivos derrames en los últimos años. Pero tampoco es sólo el agua y la contaminación”, señaló.
“Desde hace siglos nos repiten como único modelo de desarrollo posible seguir cambiando oro por cuentas de vidrio, la llegada de inversiones extranjeras aportando las divisas necesarias para la economía. Varios de los grandes emprendimientos mineros en Argentina están hoy en su etapa final y sirven de testimonio vivo de los verdaderos resultados: sociedades que siguen dependiendo fuertemente del aporte Estatal provincial y nacional para financiar servicios y empleo, con democracias disminuidas donde se condena cualquier diferencia o cuestionamiento, el poder político fuertemente centralizado en pocas manos, y el clientelismo como moneda corriente”, dijo.
“Por eso, con o sin ley protectora del agua, ninguno de los megaproyectos megamineros anunciados pudieron instalarse en los últimos años en nuestro país, siempre encontraron la resistencia firme de las comunidades. Las mujeres, en muchos casos trabajadoras de la tierra y sostén económico y social de nuestras familias y comunidades, nos consideramos herederas de culturas originarias, soñamos un mundo sin desigualdades de género, en armonía con nuestro ambiente y hábitat, sólo así será mejor el futuro”, comentó.
“En estos días vivimos con mucha expectativa la posibilidad de lograr un cambio de rumbo en el país. El presidente nos convocó en su discurso de asunción a que si sentíamos que se desviaba del camino, saliéramos a la calle a recordarle lo que hacía. Es un error pensar que las leyes que protegen el agua son el problema y la megaminería es la solución; es exactamente al revés. Bueno, allí están para recordarle: Mendoza de pie en las rutas, pronto estará Chubut. Nuestra dirigencia política hoy tiene la oportunidad de pensar otras alternativas de desarrollo, compatibles con el cuidado del ambiente, sobre bases de mayor soberanía”, finalizó.